Cuando se inició el proceso de desescalada la industria del ocio nocturno aún esperaba sentada e impaciente a que llegase su turno para volver a abrir las puertas de pubs, bares y discotecas. Mientras tanto, empresarios y empleados demandaban a las administraciones ayuda económica para poder lidiar con los costes fijos que debían ser abonados, aunque no hubiese actividad.

La desescalada iba en aumento, pero el ocio nocturno seguía esperando en la cola, viendo cómo otras industrias, como la hostelería, reemprendían su actividad y abrían sus puertas. El sector nocturno adecuaba sus locales para poder dar la bienvenida de nuevo a sus clientes con la persiana cerrada y con la vista puesta en cualquier subvención que aliviara a las miles de personas que trabajan en la industria.

La necesidad de propietarios y empleados de negocios relacionados con este ocio no era la fiesta, era reactivar su economía: pagar la luz y agua, pagar los sueldos de camareros, seguridad, distribuidores… Volver a abrir los pubs y discotecas no era un simple capricho, sino devolver la única vía económica de mucha gente.